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Depeche Mode y mi primo Titín.

Después de un período lleno de escuchar durante mis desayunos y cenas Podcasts, videos sensacionalistas de todo tipo y cualquier basura proveniente de las redes sociales. Decidí hace un tiempo volver a las raíces: Libros y Música, la mayor parte del tiempo, juntos, un gran mix.

En este redescubrimiento de mi «Daily No Tan Random Playlist» fue apareciendo, como con timidez, después de años de silencio, Depeche Mode. Primero con Barrel of a Gun, después de un par de días Walking in my Shoes, para posteriormente caer incluso en la profundidad de Little 15 y otras canciones de los 80s. Y con ello, un viaje al pasado, al color negro y un mundo que hace mucho tiempo que no recordaba, y por supuesto, el recuerdo de mi Primo «Titín».

Mi primo se llamaba Héctor, igual a su padre. Esa mala costumbre que tiene la gente de ponerle sobretodo a sus primeros hijos, así que estaba frito, tenía que asimilar un sobrenombre, nunca tan siútico para llamarle «Junior». Además, como «Tito» era entre medio fome y medio aviejado, «Titín» fue lo más apropiado que a alguien se le ocurrió. Y claro, cuando era niño y joven incluso, funcionaba. Pero cuando ya era más adulto, encontraba medio ridículo tratarlo con un diminutivo. Pero bueno, la gente no siempre piensa o le importa el futuro, sobretodo en relación a como referirse a otros. Además, que ya la costumbre hace que los apodos no signifiquen nada más que «la persona propiamente tal». 

Mi relación con Titín en el principio de los tiempos fue muy activa, el tenía – al igual que mi hermano – 10 años más que yo, así que la relación siempre fue «vertical«, buena onda, pero lejana por años. Sin embargo, todo cambió en el momento que fue confirmado que había quedado seleccionado para entrar al Instituto Nacional. Ahí… como si me hubiera ganado un premio, mis papás le contaron a mi tía y por añadidura, a mi primo. Como el también había asistido al «Foco de luz de la Nación«. Recuerdo que me dio un abrazo, un saludo entusiasta y además una piocha del «Nacional» de regalo. A mi parecer, como que le pusieron demasiado color. Como si hubiera recibido un título de Nobleza, pero como no cachaba nada y al parecer era importante, cuidé harto esa Piocha. A esa edad uno no recibe muchos regalos «con significado«, y esa piocha sin duda lo tenía. Años después entiendo un poco más que significaba, y aunque igual encuentro que no era para tanto, igual hoy lo agradezco.

Con el tiempo, ya viviendo en pleno el «espíritu instituano», no era raro que los algunos fin de semana que ibamos a ver a mi tía, mi primo pasaba por ahí y me preguntaba cómo encontraba el colegio, si estaba estudiando harto, si estaba haciendo amigos y otras conversaciones que hacían que nuestra relación fuera más cercana. Nunca tanto para contarle mis miedos y urgimientos si. Como por ejemplo la cruda realidad de darme cuenta que existían personas muchísimo más inteligentes que yo. O el sentir el peso de «un rojo» por primera vez era muy vergonzoso además de preocupante, por que no podía fallar y la posibilidad de decepcionar a mis papás tenía el primer lugar en el ranking de miedos. Sin embargo,  si podíamos hablar de lo entretenidas que eran las pichangas del patio, de lo grande que era el gimnasio, que habían unas catacumbas perdidas donde se supone que habían osamentas, de la adrenalina/angustia de los viajes en micro y lo bacan que eran los videos Diana en la Alameda. Teníamos hartos años de diferencia, pero era súper simpático tener a esa edad «temas en común».

Y a propósito de ello, Titín además tenía una perrita, se llamaba «Live» y era Collie – o «Lassie» como le decía la gente en esa época. Me dejaba jugar con ella mientras mis papás conversaban de escuelas, profesores y apoderados en el living por horas, incluso cuando andaba con tiempo, me mostraba como «la tenía entrenada» y se tiraba al suelo, sentaba, y saltaba por comida y otras piruetas que para mí en esa época eran impresionantes. Cosas que intenté hacer con mis perros cumas en casa y jamás, jamás, jamás me resultó. Pero claro, mi primo estudiaba veterinaria, y yo pensaba que entrenar perros era algo de ese nivel de conocimiento, onda un curso especial o un optativo de la Universidad, así que nunca me preocupé tanto de mi fracaso como domador de quiltros.

Recuerdo una vez que acompañé a Titín a vacunar a unos perritos, fuimos en el auto a una casa bien humide, donde lo recibieron con harto cariño. Como 20 minutos después, salió de la casa y lo despidieron casi como un héroe. Hasta yo me sentí como un campeón por acompañarlo en esta noble cruzada, una especie de escudero de la noble cruzada de ayudar a los perritos. Me dieron ganas de estudiar veterinaria y ser como mi primo cuando «grande», con el tiempo no estudie ni veterinaria, ni me convertí en algo ni parecido a eso,  pero fue un día bien bonito.

A medida que teníamos más buena onda, no era raro acompañarlo a comprar bebida, pan, jamón, queso, entre otros para la once. Lo que era bien entretenido por que ibamos en auto, lo que era una experiencia en sí mismo principalmente por que escuchabamos música. Principalmente Depeche Mode, por que básicamente era el único grupo que mi primo escuchaba. Tenía un estuche de 12 cassettes que subía al auto con el Music for the Masses, Construction Time Again, Black Celebration, el 101 que era en vivo y doble y por supuesto, el Violator. El disco que más me llamó la atención, tenía una portada negra con una rosa, y era un reflejo de una parada bien oscura pero sofisticada. Sus temas eran oscuros, deprimentes pero al mismo tiempo bien melódicos, mucho más similar a por qué me gustaban tanto los Beatles y muy alejado del Heavy Metal que sabía que estaba disponible, pero jamás me gustó.

Pasaron los años, y Depeche Mode era parte de mi música diaria, junté muchos de sus cassettes, incluso me compré el Black Celebration original con unos ahorros locos. Y aunque con el tiempo pasaron los puntos en común, las conversas del Instituto y también las visitas donde mi tía. Siempre mantuve ese lazo mediante los «Depeche» con mi primo, incluso cuando sacaron un disco nuevo, totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado, llamado «Songs of Faith and Devotion», en donde ya no eran ni tan tecno, ni tan oscuros, ni tan fancy. Pero igual me gustaban, y asumía que a mi primo también. Nunca lo supe, por que a esas alturas ya estaba muy alejado cualquier visita familiar.

Ver a mi primo se convirtió en algo bien esporádico y en ocasiones, hasta desagradable. En un transcurso de años, que yo me enteraba como «fugaces puestas al día» que tenía otros perritos, que no fue nunca veterinario, que se dedicaba a ser visitador médico, que ayudaba a doctores con piezas de metal para operaciones, que pololeó, que tuvo una hija, que se casó, que se había ido a vivir a otra casa que nunca supe donde quedaba, que estaba más gordo y que estaba al parecer «siempre ocupado». Para peor, lo único que me enteraba casi siempre era que recomendaba remedios a mi mamá, papá, tías, tíos, etc. Como era visitador médico, el «se codeaba» con doctores, y por lo mismo tenía un tono de sabiduría médica medio desagradable, y pa peor, no era ni doctor. Eso lo encontraba bien mediocre, y aunque encontraba que sus consejos tenían buena intención, era inevitable encontrar bien farsante la actitud. Y así, como pasa con tanta gente, pasamos de tener una relación de admiración vertical a una de desinterés horizontal.

Me hubiera gustado haber conversado más con mi primo Titín, aunque hubiese sido una discusión no tan amable. Pero lamentablemente uno siempre dice «después», y ese después en el caso de Titín nunca llegó, murió muy joven y de una forma muy inesperada, lo que me provocó un golpe de realidad y rabia, pero al mismo tiempo de cierre, de potencialidades a bonitos recuerdos y agradecimientos. Lo bueno es que cada vez que aparece Depeche Mode, aparecen de forma muy reconfortante.

Mis Top 5 discos favoritos de Depeche Mode:

  • Black Celebration
  • Violator
  • Songs of Faith and Devotion
  • Music for the Masses
  • Ultra

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Neuromancer

Hace años que tenía pendiente «asimilar» Neuromancer de William Gibson, obra precursora del género Cyberpunk publicada en 1984, pionera de múltiples conceptos de la ciencia ficción que hoy los sentimos como que estuvieron siempre presentes.

Para los que no ubiquen nada de este libro, está situado en Night City, en un futuro sobre tecnologizado en donde Henry Dorsett Case, un talentoso Hacker se le presenta un «Último golpe» relacionado con la búsqueda de un misteriosa inteligencia artificial. Acompañado por Molly, una compañera media cyborg-samurai, se enfrenta a un mundo subterráneo decadente, lleno de excesos y en donde confluye la realidad con La Matrix, un mundo virtual en donde nada es lo que parece y todo es posible.

La novela en sí, considero que adolece en ritmo, forzosamente confusa gracias a los constantes engaños y traiciones que se cruzan entre el mundo físico y el digital. Lo que a mi parecer terminó apagando lo que podría haber sido una gran aventura de ciencia ficcion.

Sin embargo, lo rescatable y aplaudible es sin duda la presentación de conceptos como la Matrix, lo más cercano a una Internet VR. La utilización de prostéticos para optimizar el performance de un humano como también una decadente presentación de la sociedad, hiperconectada, sin embargo, en donde el concepto de sociedad y compañía dista de ser tranquilizador. Lo que hoy es un tema que merece analizar y discutir.

Al igual que Julio Verne, Asimov, Orwell y otros, William Gibson tiene el gran mérito de presentarnos una ficción a tomar en cuenta y referenciarla a nuestros días Online y Offline.