La serie de intriga política protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright nos sumerge directo en la Casa Blanca y los pormenores de la presidencia del país «más importante del mundo». En una decisión bastante atrevida de parte de los guionistas, dejamos atrás al congreso y las negociaciones a espaldas del presidente para llevar a los Underwood, «accidentalmente» al centro de atención y foco principal del pueblo americano y la prensa especializada.
La tercera temporada logra un nivel de madurez y desarrollo de la serie bastante superior a la temporada pasada, los conflictos son más directos y entendibles, mucho mejor manejados que en la burda primera mitad de la temporada 2. El desafío de dejar una marca importante en la historia en un tiempo de 18 meses bajo gobierno, apostando todo en pro de lograr una reelección obliga a Frank y Claire a tomar intensamente rudas decisiones en política interior como exterior.
Me gustó que ningún personaje estuviera de relleno y todos los involucrados independiente de ser antiguos o nuevos influyeran de manera consistente durante los trece capítulos del régimen Underwood. Mención especial a la saga de redención que vive Doug Stamper ( Michael Kelly ) y el atemorizante presidente ruso, Viktor Petrov ( Lars Mikkelsen ).
La tercera temporada de House of Cards demuestra que es a mi gusto la mejor serie original de Netflix, y para cualquier entusiasta de intrigas y traiciones, hay secuencias, frases y actitudes memorables. Desde ya estoy esperando la próxima entrega y conocer más de la pareja más temida de la política.
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